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Hace apenas unos días, nos tocó vivir un momento agridulce: despedimos a Adama, una princesita encantadora llegada desde Guinea Bissau que se ganó nuestros corazones desde el primer instante.
Adama llegó a nosotros con una visión muy reducida, prácticamente ciega, y con una ternura y valentía que conmovían a cualquiera que se acercara a ella.Gracias a la labor extraordinaria de la Fundación Elena Barraquer, pudo ser intervenida de ambos ojos, recuperando la vista de una manera asombrosa. Ver cómo poco a poco redescubría los colores, las formas y las sonrisas que la rodeaban fue, sin duda, uno de esos regalos que la vida te da de vez en cuando y que nunca se olvidan.
Durante todo este tiempo, Adama estuvo envuelta en un abrazo constante: el de su familia de acogida, Nuria Taboada, que la cuidó con un cariño infinito, y el de los amigos y simpatizantes de Silo, una ONG maravillosa que desarrolla proyectos llenos de amor y esperanza en Guinea Bissau. Gracias a todos ellos, Adama no solo recuperó la vista, sino que vivió días llenos de alegría, juego y calor humano.
Hoy, aunque nos duele despedirla, sabemos que regresa a su tierra con un futuro más luminoso, literalmente, y con el recuerdo imborrable de todas las manos y corazones que la acompañaron en este viaje. Adama nos deja una gran lección de fortaleza y gratitud, y nos recuerda que, cuando las personas se unen por una causa noble, pueden cambiar vidas para siempre.

Captura de pantalla

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